martes, 16 de diciembre de 2008

CRISIS FINANCIERA

Las dificultades en el sistema financiero americano desatadas por la crisis de las hipotecas sub-prime y sus múltiples repercusiones, han creado una corriente acentuada de corrección de valores inmobiliarios y comerciales en ese país, que amenaza extenderse al resto del mundo. Es sano que estas correcciones ocurran, porque así funciona el mecanismo autoregulador del mercado, en este caso después de haberse formado una fosforescente burbuja especulativa apalancada con préstamos fáciles. El problema se hace mayor, no obstante, porque ello trae consigo restricciones crediticias dirigidas al mercado de viviendas que automáticamente se transmiten a otros sectores, por efecto propagación, mayor grado de aversión al riesgo por parte de los prestamistas, y una efectiva disminución de los fondos prestables. Estas circunstancias tienen implicaciones recesivas tanto para la economía norteamericana como para la economía mundial.

En la medida en que se agrava la crisis financiera internacional más claro se asoma en el horizonte la posibilidad de una recesión de la economía, lo que en los hechos implica un menor nivel de actividad económica. Cuando la economía deja de crecer se contrae la demanda de bienes y servicios de todo tipo, incluyendo petróleo. Por esa razón, los precios de este mineral comienzan a disminuir abruptamente como ha venido ocurriendo recientemente. No se trata de una caída cualquiera. Entre julio y la primera quincena de octubre los precios internacionales del petróleo han disminuido casi 50%.


Para Venezuela esto es muy peligroso. La declinación de las cotizaciones petroleras puede poner en aprietos a una economía monoexportadora, que no cuenta ni con mercados ni con una producción diversificada, lo que se refleja en el hecho de que de cada cien dólares exportados, noventa y cuatro corresponden al petróleo.